Por: Richard Ruiz
Somos cada vez más los profesionales que colmamos los estantes de esta paupérrima sociedad “moderna”, esperando tener un espacio dentro de ella, soñando estúpidamente por alcanzar sus aplausos y aprecio como si fuera la más indicada en decirnos lo mucho o poco que valemos.
Hoy en día todos somos abogados, magistrados, fiscales, jueces, etc; a cualquier cosa llamamos DOCTOR. Hemos llenado nuestras paredes de rótulos los cuales hacen que la gente nos mire con “respeto”. La corbata y los ternos junto a abrigos cada vez más costosos nos llenan de la más perfecta y selecta apariencia para que todos crean que las cosas en nuestra vida están marchando viento en popa.
Equivocadamente hemos aprendido a medir el éxito desde afuera hacia adentro. Cuando más bien debiera ser al revés. Afuera somos seres distinguidos y envidiados, somos “doctores”, caminamos con la frente muy en alto, ya no conocemos a nadie; olvidando el lugar de dónde vinimos, pero adentro, en nuestras relaciones familiares y más aún personales somos unos fracasados, y a eso se suma que estamos atados a ciertos vicios y defectos secretos que no hemos querido reconocerlos como tal y es que en lo más profundo de nuestro ser todos tenemos un vacío que nada ni nadie hasta ahora ha podido llenar.
Me pregunto ¿qué pasaría si un día nos quitáramos los títulos, diplomados, certificados y “nombres” que la sociedad enceguecidamente nos ha puesto?; ¿qué sucedería si nos quitaran el cargo temporal que ocupamos en el trabajo?; y ¿qué haríamos si un día todos se enteraran del tipo de persona que somos en nuestra oscura realidad en donde nadie nos ve…? Entonces, ¿Quedaría algo? ¿La gente nos seguiría respetando? ¿La gente nos daría un saludo respetuoso? ¡TAL VEZ NO! Porque sólo existimos por lo que tenemos, y no por lo que somos. Hay gente que aunque le quites “todo”, le queda todavía mucho, porque son buenos padres y buenos esposos, humildes, no se dan a ningún vicio, etc.
Ni hablar de las palabras que día a día pronunciamos, algunas inconcientemente, pero muchas de ellas con pleno conocimiento y conciencia de lo que hablamos, lo cual nos lleva a preguntarnos si ¿debiéramos seguir llamándonos doctores? Jajaja ¿Doctores? ¿Doctores en qué? ¿Doctores en tener la boca suelta? ¿Seguirnos llamando “Doctores” cuando las palabras más soeces salen de esa grandota boca que todavía no hemos aprendido a dominar, excepto sólo cuando el público te está viendo?
Midamos nuestro éxito por las decisiones correctas que tomamos en nuestra vida diaria, Midámonos por aquellos hábitos que tenemos, los cuales tal vez no sean los más sanos; mide tu éxito no por lo que eres en tu trabajo, sino por lo que eres en tu hogar; mide tu éxito por lo fiel que eres a tus promesas, y no por aquello que te comprometes sólo por quedar “bien” con el resto. Recuerda que al final la vida nos define no por lo que hacemos en público, sino por aquello que hacemos en secreto; para muchos afuera puedes valer un montón, pero tú bien sabes que lo que haces en secreto, eso en realidad te define.
Gánate el respeto de la gente siendo humilde; nunca creas que lo has alcanzado todo, y si piensas que ya estás sobre otros, sólo levanta tu mirada al cielo, y date cuenta de lo mucho que te falta para alcanzar las estrellas y ser como ellas. Nada ni nadie es eterno, hoy estás, mañana no; hoy ocupas un “lugar”, mañana te despiden; la gente hoy te saluda por el cargo que ocupas, mañana ni te conocen; entonces si nada en esta vida es eterno, ¿Por qué presumimos tanto? ¿Por qué? Si todo lo que tenemos, es sólo temporal ¡incluidos nosotros! Nunca te creas el último abogado del mundo ¡jamás!
Mi padre me dijo que cuanto más alto llegue, agache la cabeza, no por la vergüenza de mis actos que de hecho los voy a pagar más adelante, sino por la humildad que debe enmarcar mi vida… Aprendí que la humildad es una virtud tan frágil, que cuando uno cree tenerla, entonces ya la perdió. Son muchos que porque son bachilleres, creen que ya alcanzaron la cima y eso les hace “superiores”; cuando sacan su título, se creen lo máximo; y si ocupan un asiento en alguna “importante” oficina, creen que ya todos le merecen reverencia ¿Qué absurdo no? ¡Gran cargo el que ocupas!
Pero no todo es negativo señores abogados; mis respetos a aquellos doctores que aún cuando se les deja de llamar como tal, siguen valiendo mucho, y es que ellos no llevan el currículum impreso en abundantes hojas, sino que lo llevan impreso en su propia vida; no importa el ángulo de dónde los veas, son personas dignas de imitar; no se creen superiores a nadie, siguen tratándote con amabilidad, aún cuando no saben quien eres; no esperan que los saludes, sino que ellos te saludan y son muy corteses; no miran a los demás como plebeyos; son más respetados en su casa más que en su trabajo; que no andan hablando estupideces como cualquier “doctor suelto de boca” que hay en las calles de la ciudad, que conocen perfectamente cuál es el lugar al que pertenecen; por eso no los verás en donde no deben.
En esta corrupta sociedad también aprendí que CUALQUIERA puede llegar a ser abogado, relator, secretario, juez, fiscal, magistrado, etc. Pero no cualquiera puede llegar a ser un buen padre, un hijo respetuoso, un esposo fiel, una persona que se identifica con la necesidad de los demás, simplemente, un hombre de VERDAD… claro, sin olvidar que profesionales hay por montones, están en cualquier esquina, andan por las cantinas o en algún burdel de la vuelta; pero BUENOS PROFESIONALES… hay pocos, pocos quienes cumplen su labor con honestidad, con diligencia; con respeto hacia aquellos que ocupan un cargo menor a ellos; y que así como cobran bien, TRABAJAN BIEN; es a ellos a quienes la sociedad los busca urgentemente para cambiar su nefasto y decadente destino ¿conoces a alguno?
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